En la semana Santa de este año fui por primera vez de  misión a San Miguel, municipio ubicado al oriente de El Salvador,  un lugar con un calor bastante fuerte, que no sé, ¿cómo hacen los más de cuatrocientos cincuentaicinco mil personas que habitan en una ciudad llena del bullicio, el comercio, el tránsito de miles de migrantes que vienen de los países vecinos como Honduras y Nicaragua, para sobrevivir a las fuertes temperaturas de calor? Ese fue mi lugar de llegada; llegando ahí mi compañero de Misión, un joven universitario de la Fraternidad Franciscana Misionera y yo  nos dirigimos a la Aldea Infantil San Antonio, lugar donde albergan a niños, niñas, adolescentes que no tienen familias o sufren de algún problema legal.

Recuerdo que los primeros días de mi visita, tuve la oportunidad de acompañar a los niños en sus juegos deportivos, tenía tanto tiempo de no jugar futbol que en media hora había sudado muchísimo y estaba súper cansado,  estaba con niños, niñas que tienen una energía que hacen a uno de ellos por tres o cuatro.  Fue para mí un tiempo muy rico, en la experiencia de fe, en la reflexión sobre las oportunidades que el mundo y la vida nos dan desde las oportunidades más pequeñas hasta las más grande y como poder compartir con estos niños, niñas, adolescentes que el sistema, el mundo inhumano y carente de valores los hace caminar como esos caminantes que hacen camino al andar en el día a día, poder ver, tocar y palpitar el trabajo pastoral de las hermanas franciscanas cooperadoras que se encuentran a cargo de la aldea, un trabajo comunitario de una u otra forma y liberador para la vida de estos niños y adolescentes pues salen de la aldea con su carrera profesional, salen con título en mano, ese trabajo esa dedicación es extraordinaria.

En el transcurso de la semana compartimos con las “mamás” madres sustitutas que atienden a los niños y adolescentes que están divididos en familia, con ellas desarrollamos técnicas de respiración, relajación y reflexión sobre el aporte pastoral que ellas realizan en la aldea, con los adolescentes realizamos un retiro de un día, un momento donde reafirme que por medio de la evangelización esta la clara proclamación de que en Jesucristo, Hijo de Dios hecho hombre, muerto y resucitado, se ofrece la salvación a todos los hombres, como don de la gracia y de la misericordia de Dios.

Con los más chiquitines compartimos sus sueños, metas anhelos, mediante el dibujo. Más de treinta dibujos hechos por sus manos cada uno de ellos tiene un significado en sus vidas, cada dibujo representa un sueño que estoy seguro con el trabajo de las hermanas franciscanas lo lograran cada uno saldrá como el resto un profesional hecho con valores humanos y morales a aportar a construir la sociedad posible.

Nos integramos a las actividades litúrgicas de la parroquia nuestra señora de los dolores, conocida como la Toledo, Estuve con ellos pasando por los diferentes lugares, caminos y calles que el Señor recorre y al cual ellos acompañan año tras año. Pero algo que me llamo muchísimo la atención fue el compartir que brota de la gente en su sencillez y humildad.

La comunidad está organizada de tal manera, que todos participan de las fiestas, pero todos ayudan en su realización. Unos organizando, otros realizando las labores: llevar cosas, cantando, tocando, cocinando, limpiando, lavando, arreglando, cargando, en los rosarios, llevando en andas al Señor, colocando las flores, etc. Constante que la comunidad en este momento se vuelve una sola, unida por la gran fe a nuestro Señor.

Pero para mí el momento más impresionante y bonito del compartir que pude vivir, fue el momento de repartir los alimentos, es decir los almuerzos. Ya que la familia donde nos tocó estaba organizada. Siempre veía en la gente mucha felicidad en sus caras y considero que mi rostro también reflejaba esa alegría que yo veía en ellos.

Pienso que uno de los dones más bellos es el compartir y considero que la experiencia que sentí acompañando a la aldea San Antonio, fue una experiencia que Dios nos regala a todos en los diferentes momentos de nuestras vidas y que estoy dispuesto a vivirla de nuevo.

Por: Cristhian Alvarenga López

Aspirante 2015.